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    Bordando en el castillo de Hampton Court

    Verónica Chadwick
    Escrito por Verónica Chadwick | 04 noviembre 2019

    Viajar no solo significa vacaciones y descanso. ¡Es mucho más! Los viajes también pueden ser una inversión cultural y para que sean perfectos tienen que tratarse de una experiencia única e irrepetible.

    Desde hace un par años que tengo como hobby el bordado, voy a clases todas las semanas. Mi profesora (que es mi hermana) siempre me decía que teníamos que ir a Inglaterra a tomar clases en algunas técnicas más específicas. Sabíamos de la existencia de la Royal School of Needlework, una escuela de bordado del Reino Unido con sede en el Palacio de Hampton Court, por lo que quisimos aventurarnos e ir al lugar donde nació el bordado, para aprenderlo de las personas que han hecho del embroidery su profesión con largos años de estudios.

     

    Palacio de Hampton Court
     
    Palacio de Hampton Court

     

    A raíz del éxito de Game of Thrones, se publicó un artículo sobre esta escuela. La nota decía que ahí se habían bordado los trajes de la popular serie, además de otras icónicas piezas para la realeza, como el vestido de novia de Kate Middleton y atuendos y accesorios para la reina Isabel, la princesa Diana y el rey Eduardo VII, entre otros. Además, es donde Camilla Parker toma clases de bordado. 

    Con mi hermana investigamos sobre los distintos cursos cortos que esta escuela imparte, entre ellos, goldwork, blackwork y crewelwork. Era algo único y distinto. Con meses de anticipación nos inscribimos en dos cursos de goldwork, técnica de bordado con metales. Inmediatamente nos llegó la confirmación y todos los detalles del curso, nombres de profesoras, horarios e indicaciones de llegada. Finalmente, en julio de este año partimos a Londres a vivir la experiencia. Nos quedamos en un hotel en la capital, por lo que debíamos viajar diariamente 45 minutos en tren hasta Hampton Court.

    El palacio fue residencia de Enrique VIII y la dinastía Tudor hace 500 años. En 1737 fue abandonado y, 100 años después, la Reina Victoria lo abrió al público. Hoy es famoso por sus jardines, su laberinto y su colección de arte. Está en un pequeño pueblo, donde todo gira en torno a sus visitantes.

    La Royal School of Needlework se fundó en Londres en 1872 pero en 1987 se instaló en este palacio, manteniendo una larga tradición en torno a la familia real. Actualmente personas de todo el mundo viajan a tomar clases aquí.

     

    Mujeres bordando la tunica de coronacion de la Reina Isabel
     
    Royal School of Needlework trabajando en la túnica de coronación de la Reina Isabel

     

    CUNA DEL BORDADO

    El primer día debíamos llegar a las 9:30 AM, antes de que el castillo abriera a los turistas. Los cursos duran seis horas, desde las 10 de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Nos reunimos en una secretaría, donde nos entregaron nuestra credencial. Luego nos condujeron a la sala de clases. Fue muy entretenido entrar por esta parte del castillo, era como estar tras bambalinas. La sala de clases era preciosa, con una luz increíble y ventanas que daban a los jardines. De inmediato pensé en la suerte que tenía de estar ahí.

    Cuando llegué a mi puesto estaba mi nombre, mi set de materiales y la seda con el diseño que íbamos a hacer en el bastidor, todo ordenado a la perfección. Solo tuve que llegar con mi tijera y mi dedal, el resto lo daban ellos. En el primer curso, que duraba dos días, éramos ocho alumnas. Mis compañeras eran todas inglesas.

    Con británica puntualidad, a las 10 en punto comenzó la clase. Todo era en inglés, pero dado que la literatura del bordado está en ese idioma, ya estaba familiarizada con el léxico. Becky, la profesora, era súper amable. Además de realizar el mismo trabajo que las alumnas y de explicar en un pizarrón, iba puesto por puesto viendo que lo estuvieras haciendo bien.

    Cuando vi el diseño que bordaríamos, me dio risa lo pequeño que era y pensé que en un solo día podría hacer varios. Pero no. La manera en que las inglesas bordan es de otro nivel. Cómo preparan la entretela, cómo rellenan y marcan la figura que se va a trabajar, cómo cortan los metales para hacer a mano, una por una, cada mostacilla, cómo enceran con cera de abeja cada hilo para que corra bien, las agujas especiales que usan, el hecho de que no hagan nudos… Claramente estábamos en la cuna del bordado.

    En Chile hay buenos profesores, pero cuesta encontrar materiales adecuados. La dinámica con las compañeras allá era distinta también. A mi lado una señora mayor, que cada cierto rato miraba mi trabajo, solía exclamar: “Oh, ¡well done!”.

    A las 11.30 teníamos un break con las clásicas galletas y té inglés y luego, a las 13:30, una hora de almuerzo, donde podías comer en la cafetería o en un chal en los jardines del castillo, junto a las lagunas. Mientras nosotras aprovechamos el buen clima, los turistas merodeaban alrededor.

    Al contrario de lo que pensaba, el día se me pasó volando, no nos dimos cuenta y ya eran las cuatro, hora en que terminaban las clases. Entre un curso y otro tuvimos unos días libres que aprovechamos para pasear por Londres, ciudad que siempre te sorprende y tiene algo nuevo que mostrarte. En esta oportunidad fuimos a la sorprendente exposición de Christian Dior en el Victoria and Albert Museum, una de las más lindas que he visto.

     

    Estudiantes en clases de bordado

    Estudiantes en clases de bordado

     

    El segundo curso que tomamos era más específico y de mayor dificultad. Duraba cuatro días, éramos 12 alumnas y teníamos a Helen Mc Cook como profesora, directora de la escuela, quien participó en el trabajo de bordado del velo de novia de Meghan Markle. ¡Con qué facilidad hacía el trabajo!

    El curso siguió la misma dinámica que el primero, pero trabajando en un diseño más grande, en el cual aprendimos muchas técnicas nuevas de bordado. Conforme pasaban los días, fui maravillándome cada vez más con la experiencia. Mirar por la ventana y ver ese parque era único… Uno se creía el cuento al estar en un castillo.

    Dos meses después de haber regresado concluyo que los cursos fueron una valiosa y entretenida experiencia. Aprendí nuevas técnicas y conocí a los ingleses de otra manera. Los bordados que hice los tengo hoy como muestrarios para sacar ideas y representan un viaje distinto, con otro sentido, en un lugar precioso. Si uno tiene un hobby y tiene la posibilidad de hacer viajes de este estilo, ¿por qué no hacerlos?

     

    Si te gustaría ser parte de un Viaje de Colección de este estilo al Reino Unido, haz click en el botón de la esquina inferior derecha.

    También puedes leer sobre otra crónica de viajes por Escocia en este link.

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