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    Alsacia: donde el vino se encuentra con los cuentos de hadas

    Para los amantes del vino… y para esos viajeros que alguna vez soñaron con sentirse dentro de un cuento de Hans Christian Andersen, Alsacia es un destino que simplemente no se puede dejar pasar. 

    Ubicada al noreste de Francia, esta región es una de las mayores zonas vitivinícolas del país. Su ubicación fronteriza con Alemania ha hecho que, durante siglos, ambos países disputaran este territorio. ¿El resultado? Una mezcla cultural fascinante, donde la arquitectura, los sabores, el idioma y las tradiciones combinan lo mejor de Francia y Alemania en un solo lugar. 

     

    Foto1 Colmar

    Junto a mi marido en Colmar

     

    Después de dos años de casados, sabíamos que pronto queríamos agrandar la familia, pero también sentíamos la necesidad de hacer un último viaje solo los dos, disfrutando de nuestra libertad, nuestras conversaciones eternas y la complicidad que compartimos. 

    Y como tantas veces… Europa nos llamó otra vez. 

    Europa tiene algo mágico: es como entrar en otro mundo. Historia, naturaleza, arquitectura de ensueño, pueblos detenidos en el tiempo, playas, montañas, gastronomía… hay un rincón para cada tipo de viajero. A mí me encanta descubrir lugares donde la historia se respira en cada calle, pero también espacios donde la naturaleza se roba el protagonismo. 

    Vengo de una familia vitivinícola de toda la vida. El vino ha estado siempre en nuestra mesa: ha sido testigo de largas conversaciones, celebraciones, reuniones familiares y momentos inolvidables. Por eso, esta vez decidimos ir a conocer Alsacia, una tierra donde el vino no solo se bebe… se vive. 

    Como siempre, volamos de Chile a Madrid y pasamos un par de días allí antes de seguir rumbo a Estrasburgo, la capital de Alsacia. 

     

    ESTRASBURGO 

    Volamos desde Madrid a Estrasburgo, y desde el primer momento todo fue fácil: el aeropuerto está a menos de 10 minutos del centro, lo que hace la llegada muy cómoda. 

    Nos alojamos en La Petite France, uno de los barrios más encantadores de la ciudad. El hotel no era el más lujoso, pero tenía un encanto especial: pequeño, acogedor, de madera, con un estilo rústico que te hace sentir como si estuvieras viviendo en una auténtica casa local. A nosotros nos encantó, pero siendo honestos, a quienes viajen les recomendaría considerar la otra opción que teníamos en mente: el Regent Contades.

     

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    Panorámica desde la Catedral de Notre-Dame de Estrasburgo

     

    Aunque está un poco más alejado del centro, es un hotel mucho más cómodo, realmente espectacular, parece un antiguo palacio, tiene unas vistas increíbles y el precio es bastante similar. Una alternativa perfecta si buscan una experiencia más elegante sin perder el encanto de la ciudad. 

    Justo frente al hotel estaba una de las tiendas de Navidad más grandes de la ciudad. Para quienes no lo saben, Alsacia es famosa en todo el mundo por sus mercados navideños, considerados de los más mágicos y tradicionales de Europa. 

    Aunque fuimos en mayo —muy lejos de la temporada navideña—, la esencia de la Navidad nunca desaparece. Las casas mantienen decoraciones todo el año y hay tiendas repletas de adornos increíbles. Les juro que si hubiera tenido más espacio en la maleta… ¡me llevaba media tienda! 

    El primer día lo dedicamos a recorrer Estrasburgo a pie. Aunque es más grande que los pueblos de los alrededores, es perfectamente caminable. 

    Comenzamos por la Plaza Kléber (donde instalan el mercado de Navidad), rodeada de tiendas perfectas para quienes disfrutan hacer un poco de shopping durante sus viajes. 

    Luego continuamos hacia La Petite France, con sus casitas de entramado de madera y canales que parecen sacados de una postal. Caminamos junto al río y almorzamos en La Corde á Linge uno de los restaurantes más tradicionales del lugar. La terraza tenía vista directa a las esclusas, y fue muy entretenido ver cómo bajan los niveles del agua para que los barcos puedan atravesarlas. 

    Dicen que una manera increíble de conocer la ciudad es tomando un tour en barco por los canales. Nosotros no lo hicimos, pero mi familia fue el año siguiente y quedó encantada. Los guías te cuentan historias, curiosidades y pasas por lugares que no ves caminando. Si vuelvo, ¡lo haré sin duda! 

    Por la tarde visitamos la imponente Catedral de Notre-Dame de Estrasburgo. Con cientos de años de historia, su fachada gótica es simplemente majestuosa. Los vitrales del interior y la luz que se cuela a través de ellos crean una atmósfera única. 

    Además, tienes la opción de subir a la torre, y eso sí que lo recomiendo al 100%. Las vistas panorámicas de la ciudad desde arriba son espectaculares. 

     

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    Catedral de Notre-Dame de Estrasburgo

     

    Justo frente a la Catedral se encuentra Maison Kammerzell (Casa Kammerzell). Es uno de los edificios más famosos y fotografiados de la ciudad, con su arquitectura de entramado de madera del siglo XV y sus detalles tallados que la hacen realmente única y la verdad bastante curiosa. 

     

    COLMAR 

    Al día siguiente tomamos el tren rumbo a Colmar. La estación estaba muy cerca del hotel, así que pudimos caminar tranquilamente con nuestras maletas y subirnos al tren sin complicaciones. El trayecto dura alrededor de una hora, y a medida que avanzábamos, sentíamos que nos acercábamos a un lugar especial. Y no nos equivocamos: Colmar, uno de los pueblos más famosos de Alsacia, es —al menos para mí— el más encantador de todos. 

    Nos alojamos dos noches en el Lequisse Hotel & Spa, un hotel boutique de lujo que nos dejó sin palabras desde el primer momento. Llegamos temprano en la mañana y, para nuestra sorpresa, aunque el check-in era a las 14:00, como la habitación estaba lista nos permitieron entrar a las 10:00. Un gesto que marcó la diferencia y nos hizo sentir realmente bienvenidos. 

    El hotel es un verdadero refugio de bienestar: habitaciones amplias y acogedoras, un SPA espectacular con piscina temperada, jacuzzi, sauna y zonas de relajación incluidas. Además, cuenta con un centro de masajes (de pago) donde puedes elegir tratamientos maravillosos.

    No alcanzamos a probar el restaurante porque los precios eran poco elevados, además de que nos parecía más divertido salir a caminar y dejarnos sorprender por algún restorán local. De todas formas, siempre volvíamos temprano y disfrutábamos de algún trago en el bar del hotel. 

    Colmar es un pueblo mágico y diminuto, ideal para recorrerlo lentamente y disfrutar cada rincón. Es el tipo de lugar que enamora a quienes disfrutan mirar detalles, caminar sin prisa y dejarse llevar por la sensación de estar dentro de un cuento de hadas… literalmente, parece sacado de las historias de Hans Christian Andersen. 

     

    Foto 3 Tour de estrellas

    Tour de estrellas

     

    Algo curioso es que muchas tiendas y restaurantes estaban cerrados (y no entendimos muy bien por qué, al parecer pasa seguido… incluso cuando fue mi familia también estaba casi todo cerrado). Aun así, el encanto del pueblo es innegable. Un tip: en el suelo hay una estrella que marca el inicio de un recorrido turístico. Basta seguir las estrellas por las calles para descubrir los principales puntos del pueblo: una forma entretenida de explorarlo. 

    Almorzamos en la zona conocida como Petite Venise (Pequeña Venecia) por los canales que la atraviesan. Elegimos el restaurante local Les Bateliers y, fieles a nuestra costumbre, pedimos recomendaciones de platos típicos. Probamos la tarte flambée (una especie de pizza muy delgada, ¡deliciosa!), los spätzle (masas de huevo tradicionales que a mí no me encantaron, pero vale la pena probarlas) y por supuesto, todo acompañado de buen vino local… aunque confieso que sigo prefiriendo los vinos de Chile. 

     

    Foto 4 Restorán Le Batteliers

    Almuerzo en Colmar

     

    Por la tarde seguimos caminando, descubriendo cada calle y casa. La arquitectura de Colmar es fascinante: fachadas de colores, entramados de madera y decoraciones únicas en cada casa. Su estilo se debe a la mezcla histórica de influencias francesas y alemanas que marcaron la región durante siglos, lo que le da una identidad visual única. 

    Al final del día regresamos al hotel para disfrutar nuevamente de sus comodidades. Tomamos un aperitivo en la terraza, luego un trago en el bar… y a descansar. 

     

    EXPLORANDO ALSACIA SOBRE DOS RUEDAS 

    Sabíamos que Alsacia es famosa por sus pueblos rodeados de viñedos, todos a pocos minutos unos de otros. En vez de recorrerlos en auto como la mayoría, decidimos hacer algo diferente: arrendamos bicicletas en una tienda justo frente al hotel y comenzamos nuestra aventura. 

    Foto 5 viñedos

    Viñedos de Alsacia

     

    Visitamos varios pueblos increíbles (Riquewihr, Eguisheim, Obernai, Ribeauvillé, Turckheim) pedaleando entre caminos rurales, viñedos interminables y casitas de cuento. Al final del día habíamos recorrido 65 kilómetros en bicicleta. Terminamos agotados, sí, pero felices. Fue de esas experiencias que no se olvidan. 

    A Juan (mi marido) y a mí nos encanta el aire libre y hacer deporte, así que para nosotros fue perfecto. Si eres como nosotros, te recomiendo absolutamente este recorrido en bicicleta. Y si prefieres algo más tranquilo, también puedes arrendar un auto y visitar los pueblos a tu propio ritmo. 

     

    Foto 7 recorrido pueblos en bicicleta

    Recorriendo los viñedos en bicicleta

     

    Lo único que nos faltó —y que de verdad creo que no deberían perderse— fue hacer una cata de vinos en una viña local. Como comenté, muchas cosas estaban cerradas cuando fuimos, así que no alcanzamos a vivir esa experiencia. 

    Ya de regreso en el hotel, volvimos al SPA para relajar el cuerpo después de todo el día. ¡Fue glorioso! 

    A la mañana siguiente tomamos un bus para visitar el Castillo de Haut-Koenigsbourg. Un antiguo castillo en lo alto de una colina, cargado de historia y con vistas impresionantes de toda la región. Fue la manera perfecta de cerrar nuestra visita por Alsacia: combinando naturaleza, arquitectura, historia y magia en un solo lugar. 

     

    Foto 8 Castillo de Haut-Koenigsbourg_

    Castillo de Haut-Koenigsbourg

     

    Alsacia y sus alrededores se sienten como viajar a otra época: calles de cuento, hoteles con encanto, paisajes infinitos de viñedos y la calidez de un destino que se disfruta sin prisa. 
    Si buscas un lugar romántico, pintoresco y diferente… Alsacia es, sin duda, una joya que te enamorará para siempre. 

     

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