Recorriendo España en busca de mis antepasados, llegué a Liérganes, pequeño poblado de Cantabria ubicado a unos 25 kilómetros de Santander, donde existe un lugar llamado Barrio Somarriba, (así, con “b” alta), que no es más que conjunto de casas a orillas de un camino rural.
La única atracción del lugar es el bien conservado Palacio de Elsedo, construido alrededor de 1710 por Francisco Agüero, un acaudalado de la zona. De los Somarriba ninguna noticia ni presencia en el barrio, que tiene solo 99 habitantes contabilizados.
Defraudado por la ausencia de los buscados antepasados, y con intenciones de comer algo, retrocedimos con mi mujer cinco minutos y volvimos al centro de Liérganes, conocido como uno de los pueblos más bonitos de España, a orillas del río Miera, con mucha vegetación y construcciones sólidas de piedra típicas de los pueblos españoles.
No teníamos información de restaurantes en el pueblo, por lo que decidimos buscar cerca del río y con la confianza de que en España se come bien casi en todas partes.
Una opción era el Cenador de Amos por sus magníficas instalaciones en una casa solariega, pero había otro que nos llamó más la atención, básicamente por su nombre: El Hombre Pez. Simplemente por curiosidad, nos decidimos por este último, por cuanto nadie puede ponerle, así porque sí, “El Hombre Pez” a un restaurante. “Tiene que haber una razón para ese nombre”, pensé.
Instalados en El Hombre Pez, vimos que el menú no estaba centrado en productos del mar, como uno podría imaginar por su nombre. A instancias de la mesera nos decidimos por un cocido montañés que resultó ser uno de los mejores que hemos probado, y de postre unos buñuelos con crema, especialidad de la casa. Todo muy bien acompañado de dos copas de Picos de Cabariezo, un tinto de la zona que se dejaba tomar.
Terminado el almuerzo pregunté a la mesera por el nombre del restaurante. Al parecer no éramos los únicos que habíamos querido saber, porque nos recitó de memoria que hace unos trescientos años, un joven lugareño de nombre Francisco de la Vega Casar, bañándose en el río Miera, nadó hasta el mar y desapareció. Se creyó que se había ahogado.
Sin embargo, cinco años después en el Puerto de Cádiz, a unos mil kilómetros del lugar, unos pescadores capturaron en sus redes a un hombre con escamas y forma de pez. Estaba desnudo y hablando con dificultad pronunció “Liérganes” o algo parecido.
Un cura del sector que había oído del accidente en el río Miera llevó al hombre con forma de pez hasta el pueblo donde había ocurrido el hecho y lo presentó a la mujer que había perdido a su hijo nadador. Incrédula y emocionada, lo reconoció como tal y lo llevó a su casa a vivir.
Cuenta la leyenda que el hombre pez vivió junto a su madre y que poco a poco fue perdiendo las escamas, que a veces no usaba ropa ni calzado, que hablaba poco y pasaba semanas sin comer hasta que un día, nueve años después, desapareció definitivamente.
Del hombre pez nunca más se supo, pero le dejó la historia al lugar. Todos los habitantes más antiguos del pueblo, finalizó la mesera, aseguran ser parientes de Francisco de la Vega, El Hombre Pez.
En la actualidad, una escultura del Hombre Pez, ubicada junto al río Miera, recuerda la leyenda que ha dado fama a Liérganes y nombre al restaurante. Una historia entretenida como hay tantas en España que me sirvió para compensar la ausencia de mis antepasados.
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*Fotografías: Ayuntamiento de Liérganes
