El 31 de octubre se encienden las luces naranjas, las calles se llenan de misterio y el mundo entero parece rendirse ante la magia de una noche donde lo real y lo imaginario se entrelazan. Pero Halloween no se celebra igual en todas partes: mientras en algunos países es una fiesta de disfraces y dulces, en otros, se transforma en una profunda conexión con la memoria, la cultura y la espiritualidad.
Viajar en torno a esta fecha puede ser una experiencia fascinante, porque te permite descubrir cómo distintas culturas entienden la vida, la muerte y la celebración. Desde las calles vibrantes de Nueva York hasta los altares llenos de color en México, o los festivales celtas de Irlanda y los desfiles creativos de Tokio, cada destino tiene su propio encanto.
Aquí te invitamos a un recorrido por cuatro lugares del mundo donde Halloween —o su versión local— se vive de forma inolvidable.
Cuando se piensa en Halloween, probablemente la primera imagen que se nos viene a la mente, es la de los barrios estadounidenses adornados con calabazas talladas, telarañas falsas y niños recorriendo las calles disfrazados pidiendo dulces.
En Estados Unidos, Halloween es sinónimo de diversión, creatividad y comunidad. Ciudades como Nueva York, Salem, Los Ángeles o Nueva Orleans se transforman por completo durante los últimos días de octubre.
En Nueva York, el famoso Village Halloween Parade reúne cada año a miles de personas disfrazadas que desfilan por las calles del West Village al ritmo de la música, creando un espectáculo tan vibrante como diverso.
En Salem, Massachusetts —conocida por sus juicios de brujas del siglo XVII— la celebración adquiere un aire más histórico y místico. Durante todo octubre, la ciudad ofrece tours nocturnos, ferias esotéricas y representaciones teatrales que mezclan historia, leyenda y cultura popular.
Halloween en Estados Unidos, es una experiencia que combina lo festivo con lo cinematográfico. Y si eres amante de las decoraciones, los disfraces originales y la energía contagiosa, este es el destino ideal para vivir la fiesta más famosa del mundo con toda su intensidad.
Mientras en otras partes del mundo se busca espantar los fantasmas, en México se los invita a regresar.
El Día de los Muertos, celebrado entre el 1 y 2 de noviembre, es una de las tradiciones más hermosas y simbólicas del país. Lejos de ser una jornada lúgubre, es una fiesta llena de vida, color y significado.
Las calles se llenan de altares decorados con flores de cempasúchil, calaveras de azúcar, velas encendidas y fotografías de los seres queridos que ya partieron. En ciudades como Oaxaca, Ciudad de México, Pátzcuaro o Mérida, se realizan desfiles, comparsas, conciertos y ferias donde la música, la gastronomía y la espiritualidad se entrelazan en una celebración profundamente emotiva.
Celebraciones en México
En el Cementerio de Janitzio, por ejemplo, las familias pasan toda la noche iluminando las tumbas con velas mientras comparten comida y recuerdos, creando una atmósfera tan conmovedora como mágica.
Más que una celebración, el Día de los Muertos es una forma de ver la vida: una invitación a honrar la memoria, reírse de la muerte y abrazar el paso del tiempo con amor y gratitud.
Para los viajeros que buscan experiencias auténticas y culturales, México en estas fechas es una joya irrepetible.
Pocos lo saben, pero Halloween nació en Irlanda.
Sus raíces se remontan al antiguo festival celta de Samhain, una celebración que marcaba el final de la cosecha y el inicio del invierno. Los celtas creían que, en esa noche, el velo entre el mundo de los vivos y el de los espíritus se volvía más delgado, permitiendo el encuentro entre ambos.
Hoy, Irlanda honra ese legado ancestral con una mezcla perfecta entre lo tradicional y lo contemporáneo. En Derry, por ejemplo, se realiza uno de los festivales de Halloween más importantes del mundo, con desfiles, espectáculos de luces, fuegos artificiales y eventos temáticos que duran varios días.
En Dublín y Galway, pubs, castillos y antiguas abadías se llenan de eventos que combinan narraciones de mitos celtas, música en vivo y celebraciones al aire libre.
Vivir Halloween en Irlanda es regresar a sus orígenes, a la esencia espiritual que inspiró la tradición que luego cruzó el Atlántico. Es ideal para quienes disfrutan de los destinos con historia, de los paisajes de otoño cubiertos de neblina y de las experiencias que conectan la naturaleza con la leyenda.
Aunque no tiene raíces tradicionales en la cultura japonesa, Halloween se ha convertido en uno de los eventos más esperados del año en ciudades como Tokio y Osaka.
Los japoneses han hecho de esta celebración una expresión de estilo, diseño y creatividad. En el famoso cruce de Shibuya, miles de personas se reúnen disfrazadas —no solo de personajes de terror, sino también de anime, películas o moda urbana— creando un espectáculo visual único.
En lugar de dulces y calabazas, en Japón, Halloween se vive como un carnaval moderno, con desfiles, fiestas temáticas y concursos de disfraces que duran hasta altas horas de la noche.
Parques como Universal Studios Japan y Tokyo Disneyland también se visten de Halloween con decoraciones espectaculares, espectáculos de luces y atracciones especiales.
Es una experiencia distinta, más urbana y estética que espiritual, pero que refleja perfectamente el espíritu japonés: la capacidad de reinterpretar las tradiciones del mundo con su toque inconfundible de creatividad y respeto por el detalle.
Ya sea que te atraiga la energía vibrante de Nueva York, la emotividad cultural de México, el misticismo ancestral de Irlanda o la elegancia moderna de Japón, cada destino ofrece una manera única de conectar con el espíritu de Halloween.
Viajar en estas fechas es una invitación a vivir el mundo desde otra perspectiva, a descubrir cómo las distintas culturas entienden la vida y la muerte, la memoria y la celebración.
Y lo mejor: cada uno de estos lugares ofrece experiencias que pueden adaptarse a diferentes estilos de viaje —desde escapadas culturales y rutas gourmet, hasta experiencias de lujo con alojamiento exclusivo y recorridos personalizados.
Porque más allá de los disfraces y las calabazas, Halloween nos recuerda algo esencial: que viajar también es una forma de celebrar la vida, de rendir homenaje a las historias que nos preceden y de crear recuerdos que quedarán para siempre.