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Olvida Santorini: descubriendo el paraíso desconocido de Cefalonia y Corfú

Escrito por María José Rodríguez | 15 octubre 2025

 

Cuando pensamos en Grecia, lo primero que viene a la mente son las casas blancas con techos azules, los atardeceres de ensueño en Santorini o las vibrantes noches de Mykonos. Tanto esas, como Paros, Creta y otras islas del Mediterráneo, son destinos conocidos por viajeros de todo el mundo. Y aunque estos destinos son verdaderamente mágicos, Grecia guarda secretos aún más profundos: rincones escondidos que solo podrán disfrutar quienes buscan ir más allá de lo típico. 

Entre esos tesoros ocultos se encuentran las Islas Jónicas, un paraíso aun bastante virgen, en donde el turismo, todavía no ha llegado. Estas Islas son el destino perfecto para los curiosos, para quienes desean dejarse llevar por paisajes sorprendentes, descubrir culturas diferentes y conectar con una Grecia distinta, íntima e inesperada. 

 

Luna de miel en Myrtos Beach

 

Planeábamos nuestra luna de miel y queríamos vivir la riqueza cultural de Europa, y al mismo tiempo disfrutar de playas tranquilas, alejadas del bullicio. Soy de esas viajeras que disfrutan investigando cada detalle, leyendo experiencias y organizando todo con tiempo, para viajar relajada y entregarme de lleno a lo que un nuevo destino tiene para ofrecer. 

Atenas 

Nuestro viaje comenzó en Atenas, tras un vuelo corto desde Madrid. La capital griega, además de ser el punto de conexión con el resto del país y del mundo; es una ciudad que late al ritmo de miles de años de historia. 

Nos alojamos en un hotel acogedor ubicado al centro de la ciudad y, al anochecer decidimos ir a cenar a uno de los miles de rooftop que ofrecen increíbles vistas al iluminado Partenón. La imagen del Acrópolis brillando bajo el cielo ateniense fue, sin duda, un recuerdo que se grabó en nuestra memoria. 

 

Vista nocturna en Atenas

 

Al día siguiente nos adentramos en la esencia histórica de la ciudad. Visitar la Acrópolis es como viajar en el tiempo: caminar entre esas ruinas majestuosas te demuestra que todo lo que sabes de las civilizaciones griegas no son meramente cuentos, si no que historias de una civilización que moldeó el mundo.

Allí, es fácil dejar volar la imaginación: los templos, las columnas, el mármol desgastado por siglos… imposible no recordar a los dioses del Olimpo: Zeus, Apolo, Afrodita —la diosa de la belleza y mi favorita— parecen todavía caminar entre las piedras, con túnicas blancas y coronas doradas, recordándonos que en Grecia el mito y la realidad conviven de forma mágica. 

KEFALONIA 

Ese mismo día por la tarde comenzamos nuestra aventura hacia las poco conocidas Islas Jónicas. No conocíamos a nadie que hubiera viajado antes, así que la incertidumbre era parte de la emoción: no sabíamos muy bien con qué nos íbamos a encontrar. 

Para llegar a Cefalonia es necesario tomar un vuelo desde Atenas hasta el aeropuerto local. Algo importante para tener en cuenta es reservar con anticipación, ya que, al ser un destino menos turístico, solo operan un par de vuelos al día. 

 

Disfrutando de Myrtos Beach

 

Cuando llegamos al aeropuerto nos sorprendió el tamaño del avión: pequeño, con hélices, de esos que parecen sacados de otra época. Sin embargo, el trayecto fue corto y cómodo, apenas una hora de vuelo. 

Al aterrizar, ya nos esperaba una persona enviada por el hotel. “Hello! I’m Gerthy”, nos dijo con una gran sonrisa. Desde el inicio nos sorprendió la calidez de la gente local. De hecho, la misma persona que nos recogió fue quien atendía en el bar del hotel y, al día siguiente, nos entregó el auto que habíamos arrendado. Esa multifuncionalidad habla mucho del espíritu sencillo y acogedor de la isla. 

Nos alojamos en un hotel boutique frente a la costanera, el Hotel Kefalonia Grand. Nos recibieron con un cóctel de bienvenida y, como detalle por la luna de miel, nos hicieron un upgrade de habitación. La decoración era elegante y minimalista: paredes blancas, detalles en mimbre, un ambiente natural y sofisticado a la vez.

 

Nuestra habitación en Hotel Kefalonia Grand

 

Argostoli, el pueblo principal, nos encantó: calles adoquinadas, pequeñas tiendas, restaurantes familiares y un ritmo tranquilo, muy distinto al de los destinos más turísticos de Grecia. Pasamos tres noches. Para movernos fue fundamental arrendar un auto, ya que el transporte público es prácticamente inexistente. 

El primer día partimos directo a la playa. Antes de instalarnos nos detuvimos a conocer Melissani Cave un  lago escondido debajo de una cueva. Por solo 10 euros puedes entrar y subirte a uno de los barquitos para conocer la imponente cueva desde el interior. 

 

Melissani Cave

 

El camino de tierra nos llevó fácilmente hasta Antisamos Beach, una cala pequeña con un beach club donde arrendamos tumbonas y probamos algo de comer. El agua era completamente transparente, ideal para hacer snorkel, aunque en mayo todavía se sentía bastante fresca. 

El segundo día amaneció nublado, así que tuvimos que cambiar los planes de playa por algo diferente. Decidimos hacer un trekking al Monte Ainos, la montaña más alta de las Islas Jónicas. 

 

Trekking Monte Ainos

 

Por la tarde hicimos una parada para recorrer algunos campos de olivos. Grecia es reconocida por la calidad de su aceite de oliva, y ver de cerca los cultivos que dan vida a este producto fue una experiencia interesante y muy auténtica. 

La isla no es muy grande, así que al tercer día decidimos ir rumbo al norte. El trayecto se hace bordeando la costa, con un camino de acantilados que ofrece vistas continuas al mar. Cuando te adentras un poco, los senderos se vuelven solitarios, rodeados de árboles a ambos lados, creando paisajes similares a la Toscana. 

Aprovechamos la mañana para disfrutar en la alucinante playa de Myrtos, la vista desde arriba nos dejó sin palabras. En el camino pasamos a conocer Angelocastro un pueblo costero encantador, antes de seguir hacia nuestro destino final. 

 

Myrtos Beach

 

En tan solo 1 hora de recorrido llegamos a Fiskardo, un pequeño pueblo pesquero al norte de la isla. Es difícil describir su encanto: sencillo y tranquilo, pero con una atmósfera especial. Allí conviven los barcos de pescadores con yates de lujo, cuyos tripulantes bajan a pasear por las calas o a disfrutar de la gastronomía local. 

Nosotros también aprovechamos de probar los platos típicos: pita gyros, souvlaki, spanakopita y, mi favorita, la moussaka. Siempre recuerdo un dicho de mi papá: “Donde fueres, haz lo que vieres”. Creo que cobra mucho sentido cuando viajas; para conocer de verdad un lugar, nada mejor que dejarse guiar por las recomendaciones locales. 

 

Comida típica en Fiskardo 

 

Nos quedamos tres noches en el Emelisse Nature Resort, un hotel cinco estrellas ubicado en las afueras de Fiskardo. La ubicación era perfecta: desde allí se podía llegar caminando a varias calas escondidas, lo que hizo que la estadía resultara aún más especial. 

El lugar, invita a quedarse una semana completa: tiene una atmósfera mística, con un estilo zen que transmite calma en cada detalle. El personal viste de blanco, los espacios abiertos se orientan hacia el mar y la piscina parece fundirse con el horizonte. El restaurante, además, fue una de las grandes sorpresas del viaje: cocina deliciosa y un servicio impecable. La atención del equipo fue simplemente 10/10; cálida, cercana y siempre dispuesta a hacer de la experiencia algo inolvidable. 

 

Emelisse Nature Resort

Corfú 

Nuestro siguiente destino fue Corfú, la isla más al norte del grupo jónico. Para llegar, tomamos un ferry de aproximadamente una hora y media desde Sami. Conocida en griego como Kérkyra, es la isla más grande y poblada de la región. Su fuerte vínculo con el Reino Unido no es casualidad: además de haber sido colonia inglesa, hoy en día es un destino muy popular entre británicos, gracias a los vuelos directos que conectan la isla en apenas tres horas. 

Desde Corfú se pueden hacer excursiones a las islas de Paxos y Antipaxos, mucho más pequeñas y con aguas increíblemente turquesas, probablemente de las más espectaculares que he visto. En nuestro caso, contratamos un tour en barco grande que no resultó ser la mejor experiencia: el trayecto duró cuatro horas de ida y cuatro de vuelta. Si bien el destino realmente lo vale, recomiendo considerar opciones más privadas que, aunque más caras, permiten disfrutar mucho mejor el día. 

 

Tour a las islas Paxos y Antipaxos

 

En Corfú, pasamos una noche en la ciudad antes de dirigirnos hacia el sur para alojarnos en un el hotel de lujo The Olivar Suites. El hotel destacaba por sus habitaciones con bañera y piscina privada. El pueblo en sí no tiene mayor atractivo, pero vale la pena visitar el lugar, aunque solo sea por la experiencia del hotel. 

Nuestros dos últimos días los dedicamos a recorrer con calma el norte de la isla, cerrando así nuestra aventura por las Islas Jónicas. El viaje fue realmente inolvidable, incluso superó nuestras expectativas. Logramos vivir un equilibrio perfecto entre cultura y descanso, disfrutando de cada instante de nuestra luna de miel.

Si buscas un destino tranquilo, romántico y con la ventaja de no cruzarte con multitudes —ni con gente conocida—, las Islas Jónicas son una elección ideal. Cada experiencia que vivimos en Grecia se transformó en un recuerdo que guardaremos para siempre.