Si hay un lugar en España que concentra siglos de fe, de cultura y de paisajes que conmueven el alma, es el Camino de Santiago.
Desde que descubrí su historia y sus leyendas, no he dejado de sentir la necesidad de recorrerlo, detenerme en sus ciudades, aldeas y escuchar lo que sus piedras y montañas tienen para decirnos.
Nosotros, en Chile, llevamos el nombre del apóstol en nuestra capital. Esa no es una coincidencia menor: somos, de algún modo, herederos de la misma tradición espiritual que dio origen al Camino. Los pasos que damos en España resuenan simbólicamente en nuestra tierra natal; los ecos de las campanas de la catedral de Santiago de Compostela están unidos a los de nuestra propia catedral en Plaza de Armas. Somos hijos de Santiago, tanto en España como en Chile, unidos por un mismo santo patrono que ha protegido a pueblos distantes pero hermanados en la fe y en la cultura.
Catedral de Compostela
Hoy, quiero invitarte a recorrerlo conmigo, disfrutando de cada detalle, aprendiendo de cada lugar y llevándonos algo que durará toda la vida: memoria, emoción, raíces y un reencuentro profundo con nosotros mismos.
Para quienes no estén familiarizados con el Camino de Santiago de Compostela, su origen se remonta a la Edad Media, tras el hallazgo de la tumba del apóstol Santiago el Mayor. Con el paso de los siglos, aquel camino medieval se transformó en una de las peregrinaciones más célebres del mundo. Hoy, miles de personas de todos los continentes se embarcan cada año en esta experiencia, guiadas no solo por la fe y la historia, sino también por el deseo de un encuentro profundo consigo mismas, convirtiendo al Camino de Santiago en la ruta más concurrida y emblemática de Europa.
Yo lo recorrí por primera vez en 2004, y me ha tocado regresar una y otra vez al norte de España por diversas razones. Cada visita me ha reencantado con la historia y el patrimonio del Camino y del norte de España, más allá de los clichés y de los lugares comunes. Partí con una mochila sencilla y la ilusión de descubrir un mundo distinto, y regresé transformado. Ese primer viaje marcó mi vida de un modo profundo: fue un encuentro con la historia, con la naturaleza, con el esfuerzo físico, con la amistad, pero sobre todo, conmigo mismo.
Catedral de León
El Camino me enseñó que uno puede viajar hacia afuera y adentro al mismo tiempo. Cada kilómetro era una lección: en el amanecer frío de Navarra, en las llanuras infinitas de Castilla, en los bosques húmedos de Galicia. Todo hablaba, todo enseñaba. Y así comprendí que esta peregrinación no es solo un recorrido geográfico: es una metáfora de la vida misma, con sus ascensos, sus descansos, sus encuentros inesperados y sus despedidas.
Cuando decidí emprender el Camino, muchos en Chile me preguntaban qué sentido tenía caminar cientos de kilómetros durante semanas, “sin un objetivo práctico”. Hoy puedo responder con claridad: el sentido está en el propio andar. Mis motivaciones eran diversas; por un lado, el desafío físico; por otro, el interés cultural y espiritual. Sabía que estaba entrando en una ruta que había sido transitada por reyes, monjes, cruzados, mercaderes y soñadores de todos los tiempos. Pero, más allá de todo, me movía un anhelo profundo: descubrir en el silencio del camino y en la sencillez del peregrinaje una voz que rara vez escuchamos en la rutina, una voz que nos invita a mirar dentro de nosotros mismos, a reconciliarnos con nuestras prioridades y a redescubrir la esencia de lo que verdaderamente importa.
Me gustaría invitarte a realizar este viaje conmigo, un recorrido de 10 días basado en mi experiencia, pensado para quienes desean conectar con la tradición jacobea sin necesidad de recorrer grandes distancias. La idea es vivir el Camino con pausa, sin prisa, priorizando el significado espiritual y cultural sobre cualquier requisito físico. Nos trasladaremos cómodamente en bus de un punto a otro, disfrutando de la ruta con tiempo suficiente para maravillarnos con sus iglesias, monasterios y plazas, escuchar los relatos de quienes nos reciban, admirar la arquitectura, sentir la historia en cada piedra y cada paisaje. Será un viaje que combina cultura, espiritualidad y contemplación, donde cada momento puede ser apreciado con calma.
Castillo de Ponferrada
Comenzamos en Pamplona, ciudad de murallas medievales y de espíritu festivo, donde el pasado convive con la vida alegre de sus calles. Al caminar por sus plazas y callejuelas, uno puede sentir el eco de las celebraciones antiguas, de procesiones y mercados que han llenado la ciudad de vida desde hace siglos. De allí viajamos a Roncesvalles, emblemático enclave del Camino donde se respira la historia de los primeros peregrinos que atravesaron los Pirineos. Luego nos dirigimos al castillo de Javier, fortaleza que aún parece custodiar las montañas navarras, y continuamos hacia San Millán de la Cogolla, cuna de la lengua castellana, donde los primeros monjes trazaron palabras que se convirtieron en raíces de nuestra cultura.
Picos de Europa, Basílica de Santa María La Real
Luego nos dirigiremos a Burgos, donde la catedral gótica se erige como un monumento al ingenio humano y a la fe. Allí descubriremos la figura del Cid Campeador, caballero de la épica castellana cuya historia y coraje siguen despertando respeto y admiración siglos después. Desde que, siendo niño, leí por primera vez El Cantar de Mio Cid, y más tarde vi la película en la que Charlton Heston y Sofía Loren dieron vida al Cid y a Doña Jimena, quedé fascinado por su historia y legado. La conexión del Cid con la ciudad es profunda: sus restos descansan en la catedral y numerosos monumentos nos recuerdan su presencia.
Más adelante, nos adentraremos en el Parque de los Picos de Europa, un entorno natural de extraordinaria belleza. Allí visitaremos la Basílica de Santa María la Real, joya del patrimonio asturiano, y la emblemática Covadonga, lugar histórico donde inicia la llamada “Reconquista” marcando los primeros pasos en la recuperación de España del dominio islámico.
Continuamos hacia León, donde nos alojaremos en el Parador de San Marcos, uno de los hoteles más emblemáticos y lujosos de España. Este parador, que originalmente fue un convento y hospital de peregrinos en el siglo XVI, combina a la perfección historia, arte y confort moderno. Sus impresionantes claustros, fachadas renacentistas y salones decorados con tapices y esculturas hacen que cada estancia sea un viaje en el tiempo, permitiéndonos dormir rodeados de historia mientras disfrutamos de todas las comodidades de un hotel de primer nivel.
Catedral de León
La ciudad de León guarda algunos de los tesoros más valiosos del Camino. La Catedral, con sus vidrieras que inundan el interior de luces y colores cambiantes según el sol, es una experiencia que sobrecoge. Muy cerca se encuentra la Real Colegiata de San Isidoro, un lugar cargado de historia y misterio, su Panteón de los Reyes y los frescos románicos de la cripta, conocidos como la Capilla Sixtina del Románico, nos transportan al corazón de la Europa medieval: cada imagen parece susurrar relatos de fe, poder y leyendas olvidadas. Entre sus tesoros se encuentra también el enigmático Cáliz de Doña Urraca, cuya historia y simbolismo aún despiertan preguntas y admiración; algunos han llegado a afirmar incluso que podría tratarse del legendario Santo Grial.
Al entrar en Galicia, la naturaleza nos recibe con su verde intenso, valles brumosos y aldeas que parecen detenidas en el tiempo. Nuestra primera parada es O Cebreiro, un pequeño pueblo con sus tradicionales pallozas de piedra y techos de paja. Allí se siente que lo ancestral sigue vivo, que la tradición no se ha borrado. Este lugar nos invita a reflexionar sobre la continuidad de la historia y la persistencia de la fe a lo largo de los siglos.
Monte do Goso
Antes de llegar a Santiago de Compostela, aquellos del grupo que quieran vivir la experiencia del peregrino tendrán la oportunidad de caminar una parte del trayecto final. Partiendo desde Lavacolla, recorreremos los últimos 10 kilómetros del Camino, atravesando el Monte do Goso, lugar histórico desde el cual los viajeros medievales divisaban por primera vez, tras meses de caminata, las torres de Santiago. Allí, como ellos, sentiremos la alegría y emoción de acercarnos a la meta, entendiendo por qué este último recorrido ha sido el más significativo y anhelado por los peregrinos a lo largo de los siglos.
Finalmente, llegamos a Santiago de Compostela, donde nos alojaremos en el Hostal de los Reyes Católicos, un edificio histórico construido en el siglo XV como hospital de peregrinos. Este magnífico alojamiento combina la grandeza del pasado con la comodidad contemporánea, ofreciendo habitaciones elegantes, claustros de ensueño y un servicio impecable.
Plaza de las Platerías, Santiago de Compostela
Dormir allí es sentir la historia latir bajo nuestros pies, recordando la importancia de la hospitalidad en el Camino, mientras nos preparamos para visitar la imponente Catedral y vivir la emoción de la llegada al Obradoiro. Entrar en la plaza y contemplar la Catedral es una experiencia que conmueve: la historia, la espiritualidad y el esfuerzo de millones de peregrinos nos rodea. A ello se suma el fervor de quienes llegan exhaustos pero llenos de alegría, compartiendo lágrimas, abrazos y sonrisas que llenan el ambiente de emoción. En medio de esa energía, el abrazo simbólico al apóstol se convierte en un cierre perfecto de esta travesía.